Madrid, 29-III-2015 – Domingo de
Ramos – Ayer sábado, 28-III-2015, en Móstoles, asistí acompañada por mi marido
a un nuevo recital poético dado en esta localidad por el “Grupo Jara”. Dicha
agrupación, compuesta por ocho recitadoras, algunas de ellas de origen extremeño
pero afincadas en este municipio situado al suroeste de Madrid, dedican su
tiempo y su esfuerzo a compartir poemas, a recitarlos de memoria, o leerlos
ante un público, debo manifestarlo bien alto, rendido a su buen hacer.
Una vez más fuimos invitados por
Vanesa Fraile, componente de este grupo de rapsodas que, dicen tan bien el
verso, que con su sola voz son capaces de transportarte, en esta ocasión, a la
Judea del siglo I. Y, Vanesa, créanme, sabe decir el verso: pone el alma en ello.
Ayer sábado, como preludio a la
Semana Santa, los poemas que se leyeron estaban inspirados, gran parte de
ellos, en el prendimiento de Jesús. Poemas dedicados al Jueves Santo sobre
todo, a versar la figura del Redentor caminando por las calles y los pueblos de
nuestra geografía, de un caminar en procesión, llevado en andas, sobre los
hombros de esforzados costaleros que lo cargan con orgullo. A pesar del dolor
que les produce la imagen y las andas son conscientes del hecho que, al Ser que
cargan con tanto orgullo, sufrió un dolor aún mayor, un dolor que acabó en
muerte: eso es lo que nos contaron los poemas elegidos...
Antonio canta una saeta |
Isabel Serrano |
Isabel Serrano, directora del grupo, incluyó un poema de su autoría que leyó con su voz rota, como si estuviera afónica, pero que es la suya, una voz que te hace sentir con mayor dolor el dolor que dejó plasmado en su poema y que, casi le hizo llorar al recordar en una de las estrofas al esposo muerto pero, su gran maestría al decir el verso, la llevó a sobreponerse de inmediato e, imagino, este pequeño bache pasó desapercibido para el resto del auditorio.
Josefina cantando una saeta |
Sólo me faltó el hecho de que en
la sala el silencio fuera completo pero, al estar a rebosar, al haber muchos
niños, era algo casi imposible de conseguir. Los murmullos de los muchachos,
supongo que alguno de ellos más aburrido de lo habitual, no le dejaba permanecer ni quieto ni callado. Aun así disfruté con los cinco sentidos de
unos poemas que me transportaron, a veces, a un pasado muy lejano y no vivido
y, otras veces, a un futuro que, un año más, está a la vuelta de la esquina.
Y, acabó el recital –con ganas,
por mi parte, de que continuara un poco más- entre ovaciones, regalos, abrazos,
parabienes, fotos, saludos… y, al final, una hermosa torrija para que la Semana Santa
fuera total y absolutamente real aunque la hubiéramos vivido dentro de una sala
del “Hogar Extremeño" de Móstoles.
Domingo
de Ramos, 29-III-2015 – 21,08 p.m.
Juana
Castillo Escobar
Algunos de los poemas que recitaron:
ANÓNIMO
NO
ME MUEVE MI DIOS…
No
me mueve, mi Dios, para quererte
el
cielo que me tienes prometido,
ni
me mueve el infierno tan temido
para
dejar por eso de ofenderte.
Tú
me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado
en una cruz y escarnecido,
muéveme
ver tu cuerpo tan herido,
muévenme
tus afrentas y tu muerte.
Muéveme,
en fin, tu amor, y en tal manera,
que
aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y
aunque no hubiera infierno, te temiera.
No
me tienes que dar porque te quiera,
pues
aunque lo que espero no esperara,
lo
mismo que te quiero te quisiera.
Recita
Vanesa Fraile
Cofraría
Sant Crist de l´Agonía - Cofradía del Santo Cristo de la Agonía
NAZARENO
¿Quién
viene?…
¿El
Jesús?…
La
noche se está poniendo
un
traje de terciopelo,
mientras
las calles se invaden
entre
discreto silencio
con
un perfume de rosas
al
paso del Nazareno…
-¿A
dónde vas, Nazareno,
junto
a la noche sombría?…
-Voy a morir en la Cruz,
-Voy a morir en la Cruz,
en
esta Cruz que suspira,
por
los caminos que llevan
mi
luz a “Santa María”…
Me encontraré con mi Madre,
Me encontraré con mi Madre,
que
está esperando allá arriba,
frente
al reflejo que estrena
el
lucero que más brilla…
-Voy a morir en la Cruz;
-Voy a morir en la Cruz;
voy
a entregaros mi vida…
y no tengo más amor
y no tengo más amor
que
el amor que se eterniza
con
cada gota de sangre
que
vierto de mis heridas…
Escucha cómo mis hijos,
Escucha cómo mis hijos,
con
“saetas” peregrinas,
buscan
sobre el alto cielo
besar
mis sienes divinas
mientras
doblando la esquina,
sienten
que dejo con ellos
una
nueva y suave brisa…
Mira
cómo están llevando
ramas
en flor, bendecidas
de
romero y de tomillo,
y
cómo las acarician
rezando
a “su Nazareno”
hasta
que despunta el día.
Esto
os dejo: El corazón…
Esto
os entrego: La vida.
No
lloréis por mí; rezad
y
recoger las semillas
que
entre las alas del viento
-aún
cuando el viento dormía-,
vinieron
a pasear
por
esta ciudad bendita…
-La
noche se está alejando;
está
temblando la brisa
y
las calles se han quedado
por
amor a Dios, prendidas
junto
al dulce Nazareno
que
adora su Cofradía.
Recita Nieves
"Semana
Santa en Guareña"
Luis
Chamizo.
I
Eja
que lo cuente
como
sé de maña,
qu´en
jamás jue´l muchacho pal pueblo
po
Semana Santa.
y
endispués que lo iga, ya puedes
endigale
en las cosas cristianas
y
enseñale bien el Catecismo
pa
que no barbarice a sus anchas.
Cuéntalo,
muchacho; ¿qué pasa pol pueblo
por
Semana Santa?
-
Pos verá osté, padre, pasan muchas cosas;
yo
no sé si sabré yo explicalas:
anti
to, lo qu´a mí más me gusta
son
las pruseciones: ¡qué cosa más maja!:
unas
parigüelas mu grandes, mu finas,
mu
bien jatiadas,
y
en lo arto una Virgen mu moza,
mu
güena, mu santa,
qu´asín
me lo ician tós los que pol pueblo
la
prusecionaban.
Iba
mucha gente,
con
velas mu largas,
en
dos carrefilas po los enceraos
pa
dale compaña;
y
en medio curas y tamién ceviles
con
las escopetas a la funeraria,
por
si alguno de mala nacencia
juera
osao en llegar a insultala.
¡Qué
Virgen más güena, qué Virgen más moza,
qué
Virgen más santa!...
Al
pasá po la casa e los ricos,
¡pumba!,
s´encendían toás las luminarias,
y
cantaban los mozos cantares,
esos
cantarcinos que pol pueblo andan,
que
agora es la möa,
que
hacen gorgoritos y hacen mojigangas
como
los triníos de las golondrinas
que
mus espabilan cuando viene´l alba,
y
al pasá po la casa e los probes,
tamién
había luces dando luminaria:
luces
de pitrolio qu´apagab el aire;
quinqueses,
candiles en tóas las ventanas,
que
paecían relamiase de gusto
al
pasá la Virgen elante e su casa.
Y
pa mí qu´a Ella no debía gustale
la
lus elertrina pa que l´alumbrara:
¡la
lus elertrina, tan seria, tan fosca,
con
sus alambraos y sus maquinarias,
y
con sus celipas y con sus tornillos
que
d´un gorpe encienden y d´un gorpe apagan!
¡La
Virgen, la Virgen!... Ella dende arriba
de
las parigüelas que la porteaban,
lo
mesmo a los ricos, lo mesmo a los probes,
a
tós los miraba con la mesma cara;
y..,
¡qué corci! a mí me paecía
qu´a
nusotrso mejó nos miraba,
paeciendo
icirnos
con
aquellos ojos cuajaos e lágrimas:
"¡Peirme,
muchachos,
peirme
con gana,
pa
que Dios sus conceda a vusotros
lo
que os jaga falta!"
Y
yo l´he peïo
a
esa Virgen tan güena y tan santa,
a
esa Virgen que ya no m´acuerdo
cómo
la mentaban,
qu´aremate
mu pronto esta guerra
y
que pare e llover, porque´l agua,
que
mus quita trebajo a los probes,
está
jorobando toita la senara.
¡Yo
no sé que será de nusotros
como
siga metio´l tiempo en agua,
y
en Melilla sigan los hombres mandones
trillando
la granacias!...
Y
el pan n´ha subio, gracias al alcarde,
qu´a
los panaëros ha tenío a raya,
qu´es
presona de mucha concencia,
que
mus dio trebajo a tós en la praza.
¡Ay,
padre; qué güenos que son los señores
cuando
icen a seglo con gana!
Tós
los del casino de nuestro partío
le
daron limosna a to´l que llegaba,
y
sin destinciones, y sin miramientos,
juera
gente suya o juera contraria.
II
Yo
tamién me gusta
la
Semana Santa,
por
sus comilonas
llenas
de durzainas.
Muchos
platos, muchos,
ca
uno de su casta,
porque
pa estos días,
agüela
Tomasa,
ha
mercao unos peces mu grandes,
más
grandes que carpas,
que
se pescan mu lejos, mu lejos,
más
allá e Zafra,
y
que saben d´un modo más rico
que
los que se pescan en el Guadiana.
¡Chacho!,
qué potingues, y cuántos guisotes,
y
cuántas cosinas, y cuántas durzainas
pa
ponerse jartete y pa dirse
a
los morumentos pa vé las muchachas.
¡Chacho!,
qué jorgorio hay en las tinieblas
en
cuanto las últimas candelas s´apagan.
Yo
di matracazos
con
la mi matraca,
y
arrimé silbíos
que
naide arrimaba.
Y
no era yo solo; que tós los muchachos
jacían
lo mesmo metiendo bullanga;
porque
mus dijera la señá Colasa
qu´hay
que meter bulla
pa
que los diablillos del Santo se salgan,
porque
tienen töavía la querencia
d´hacer
perrerías con la gente santa
y
atizá zurriagazos al Cristo
qu´en
aquellos tiempos le crucificaran.
III
Yo
tamién lo qu´a mí más me gusta
es
cuando se juntan dambos en la praza,
la
Virgen aquella y el Resucitao.
¡Chaco,
qué estrumpicio cuando me la estapan!...
Al
bori sin bori, prencipian los curas,
y
tlon, tlon, tolón, tolón, toitas las campanas,
y
tachinda, chinda, tós los del Pulío,
y
las escopetas jarriando descargas,
y...
estas cosas padre, no son pa contao,
no
son pa explicalas,
tié
osté qu´ir otro año pa velas,
tié
osté qu´ir con mi madre y mi hermana,
pa
enterase de toas las cosinas
que
pasan pol pueblo por Semana Santa.
Nota.- Escrito y recitado en castúo: modalidad de habla de Extremadura.
Nota.- Escrito y recitado en castúo: modalidad de habla de Extremadura.
Recitan: Josefina
y Vanesa Fraile
LA
PEDRADA
José
María Gabriel y Galán
I
Cuando
pasa el Nazareno
de
la túnica morada,
con
la frente ensangrentada,
la
mirada del Dios bueno
y
la soga al cuello echada,
el
pecado me tortura,
las
entrañas se me anegan
en
torrentes de amargura,
y
las lágrimas me ciegan,
y
me hiere la ternura...
Yo
he nacido en esos llanos
de
la estepa castellana,
cuando
había unos cristianos
que
vivían como hermanos
en
república cristiana.
Me
enseñaron a rezar,
enseñáronme
a sentir
y
me enseñaron a amar;
y
como amar es sufrir,
también
aprendí a llorar.
Cuando
esta fecha caía
sobre
los pobres lugares,
la
vida se entristecía,
y
el pobre templo se abría.
Y
detrás del Nazareno
de
la frente coronada,
por
aquel de espigas lleno
campo
dulce, campo ameno
de
la aldea sosegada,
los
clamores escuchando
de
dolientes Misereres,
iban
los hombres rezando,
sollozando
las mujeres
y
los niños observando...
¡Oh,
qué dulce, qué sereno
caminaba
el Nazareno
por
el campo solitario,
de
verdura menos lleno
que
de abrojos el Calvario!
¡Cuán
suave, cuán paciente
caminaba
y cuán doliente,
con
la cruz al hombro echada,
el
dolor sobre la frente
y
el amor en la mirada!
Y
los hombres, abstraídos,
en
hileras extendidos,
iban
todos encapados,
con
hachones encendidos
y
semblantes apagados.
Y
enlutadas, apiñadas,
doloridas,
angustiadas,
enjugando
en las mantillas
las
pupilas empañadas
y
las húmedas mejillas,
viejecitas
y doncellas,
de
la imagen por las huellas
santo
llanto iban vertiendo...
¡Como
aquellas, como aquellas
que
a Jesús iban siguiendo!
Y
los niños, admirados,
silenciosos,
apenados,
presintiendo
vagamente
dramas
hondos no alcanzados
por
el vuelo de la mente,
caminábamos
sombríos
junto
al dulce Nazareno,
maldiciendo
a los judíos,
¡que
eran Judas y unos tíos
que
mataron al Dios bueno!.
II
¡Cuántas
veces he llorado
recordando
la grandeza
de
aquel echo inusitado
que
una sublime nobleza
inspiróle
a un pecho honrado!
La
procesión se movía
con
honda calma doliente,
¡Qué
triste el sol se ponía!
¡Cómo
lloraba la gente!
¡Cómo
Jesús se afligía!...
¡Qué
voces tan plañideras
el
Miserere cantaban!
¡Qué
luces, que no alumbraban,
tras
las verdes vidrieras
de
los faroles brillaban!
Y
aquél sayón inhumano,
que
al dulce Jesús seguía
con
el látigo en la mano,
¡qué
feroz cara tenía!
¡qué
corazón tan villano!
¡La
escena a un tigre ablandara!
Iba
a caer el Cordero,
y
aquel negro monstruo fiero
iba
a cruzarle la cara
con
un látigo de acero...
Mas
un travieso aldeano,
una
precoz criatura
de
corazón noble y sano
y
alma tan grande y tan pura
como
el cielo castellano,
rapazuelo
generoso
que
al mirarla, silencioso,
sintió
la trágica escena,
que
le dejó el alma llena
de
hondo rencor doloroso,
se
sublimó de repente,
se
separó de la gente,
cogió
un guijarro redondo,
miróle
al sayón la frente
con
ojos de odio muy hondo,
paróse
ante la escultura,
apretó
la dentadura,
aseguróse
en los pies,
midió
con tino la altura,
tendió
el brazo de través,
zumbó
el proyectil terrible,
sonó
un golpe indefinible,
y
del infame sayón
cayó
botando la horrible
cabezota
de cartón.
Los
fieles, alborotados
por
el terrible suceso,
cercaron
al niño airados,
preguntándole
admirados:
-¿Por
qué, por qué has hecho eso?...
Y
él contestaba, agresivo,
con
voz de aquellas que llegan
de
un alma justa a lo vivo:
-¡Porque
sí; porque le pegan
sin
haber ningún motivo!
III
Yo,
que con los hombres voy,
viendo
a Jesús padecer,
interrogándome
estoy:
¿Somos
los hombres de hoy
aquellos
niños de ayer?
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