Artículo - Domingo, 11 de enero de 2015 – El
pasado día 8 de enero, tras los lamentables sucesos acaecidos en París, escribí
tres frases-reflexiones que tenían que ver con el atentado. Una de ellas: “Las palabras y los dibujos, si no
insultan, incitan a la xenofobia o a la guerra, no hacen daño. Las armas, sí”,
la compartí el día 9 en mi blog “Perlas de Luna”, también en Facebook. Ni me
desdigo ni retracto de ella porque así es como pienso pero, quiero matizar algo
o, dar a conocer lo que pienso “globalmente”, si es que esta es la palabra que
mejor viene al caso.
Punto 1 – Lo primero de todo, lo
principal, es que estoy en desacuerdo
con todo tipo de violencia ya sea
verbal, de género o la que se ejerce con las armas frente a personas
indefensas.
Punto 2 – Todos los hombres somos libres e iguales ¡pero! Nuestra libertad acaba donde empieza la de
la persona a la que tenemos frente a nosotros.
Punto 3 – La humanidad tiene que
acabar con estos enfrentamientos caínicos que solo nos llevan a la destrucción,
el odio, el miedo y el malestar mundial.
Ahora trataré de explicar más
ampliamente estos “puntos” que son mis opiniones (quizás erróneas, tal vez no).
No
aplaudo la matanza llevada a cabo en la revista satírica Charlie Hebdo, ni las que vinieron
después en el súper mercado, ni las que vivimos con anterioridad: 11-S, 11-M,
metro de Londres…, ni las que se suceden a lo largo de los últimos años en el
mundo. Los radicalismos, sean del tipo que sean, tan solo aportan muerte y
dolor.
Si los diseñadores gráficos, los
cómicos, los autores de todo tipo saben que hay ciertos temas que son tabú, o
que pueden herir sensibilidades e incitar a la violencia, o que en una
determinada religión no está permitido representar el rostro y la figura humana
y, menos aún, la de su Dios y la de su Profeta, ¿por qué redundar en ello?
¿Acaso no existen otros temas sobre los que hablar o criticar?
Hay veces en las que no solo se
mofan de Mahoma, sino de Jesús, del Papa –o los Papas- así como de las más
altas instancias ya sean del poder, personajes famosos, etc. Con esto no sé si
lo que quieren es conseguir la risa fácil o una gran venta de ejemplares –en el
caso de las revistas satíricas-. Pienso que, en muchas ocasiones, logran –tal
vez sin mala intención- crear un malestar entre las personas que lo leen, lo
ven o lo escuchan, que no es tan sencillo de borrar como puede ser un trazo a
lápiz (que, en el fondo, siempre deja también una pequeña huella) y, ya no
digamos cómo deberán sentirse los caricaturizados, imagino que con muy pocas ganas
de salir de casa para exponerse a la risa ajena. ¡Es un atentado contra la
honorabilidad y la reputación de las personas e instituciones que son objeto de
esas mofas!
Me pregunto, en el caso que nos
incumbe, si estos magos del cómic, de la sátira, son conscientes del posible
daño que pueden llegar a causar; de hecho –y
lo deploro, y lo condeno- ese daño se ha vuelto, en esta ocasión, en su
contra en forma de muerte. ¡No tenían por qué morir, menos aún por unas viñetas
y unos chistes poco afortunados…! Pero, su libertad de expresión, chocó de
frente contra la libertad radical de otros que consideraron su trabajo ofensivo
al dibujar a Mahoma, algo prohibido en el Corán (lo peor de todo es que, el
nuevo número que salió ayer –día 14-I-2015- o anteayer, publica en portada una nueva
imagen de Mahoma, en este caso doliéndose por el atentado. ¿No hubiera sido
mejor obviar al personaje, su caricatura que, en el fondo y, a pesar de lo que
opina, tiene cara de enfado –no se sabe bien si por las matanzas en sí o por
qué- y poner en su lugar un nombre, u otra cosa, que nos confirmara de quién se
trata pero sin dibujarlo? A eso yo lo llamo incitar de nuevo a la violencia. Es
más, deja de ser libertad de expresión, por mucho que lo quieran vender como
tal. Ahora, hasta los musulmanes moderados lo consideran una afrenta; de hecho,
el periódico, con la nueva carátula, no se vendió en muchos países cuya
religión principal es el Islam porque se han sentido agredidos, pero no son
radicales, no toman metralletas para decir: “Eso está mal. No nos gusta que
Mahoma aparezca en esas viñetas”. Sin embargo, los de Charlie Hebdo han hecho
su agosto al sacar este número, que se lo han quitado de las manos en el resto
del mundo y, ahora, considero que se organiza una polvareda que no sé a quién
cegará ni hasta dónde va a llegar.
¡Tenemos que aprender a convivir!
¡Tenemos que respetar al otro!
¿Acaso no hay cristianos que no
se sienten dañados y dolidos por viñetas en las que se toma a Cristo, al Papa
–cualquiera de ellos- o a la iglesia (a pesar de sus graves y grandes errores)
como protagonistas? ¿Existe algún católico, incluso que no sea practicante, al que
le pareciese bien ver al papa emérito, Benedicto XVI abrazado al capitán de la
guardia suiza con la frase que sobrevuela sus cabezas: “Por fin solos”, y el
guardia suizo con dos corazones pintados en sus pupilas? ¿Eso es respeto? NO. Y
lo digo, lo pienso y lo escribo con mayúsculas a pesar de que se trata de una
persona que no es que me caiga bien, pero la respeto: por ser quien es, por la
institución que representa y por su edad. La diferencia está en que en este
caso, y en otros parecidos –imágenes del mismo Cristo, o de la Virgen, en
situaciones nada delicadas-, como digo, en estos casos nadie ha tomado, ni
falta que hace, una metralleta para vengarse de los maledicentes acallando para
siempre su voz o sus pinceles y plumas. Pero ESO NO ES LIBERTAD DE EXPRESIÓN,
porque infringe dolor, vergüenza, desazón… a millones de creyentes, de
cristianos ortodoxos, católicos, luteranos, evangélicos, etc. Etc.
Desde que era niña en casa
siempre oí: “Si no se quiere tener
problemas cuando se está en comunidad, lo mejor es que no se toquen temas como
la religión, la política o el fútbol; esas charlas suelen acabar mal”, es
cierto, siempre hay alguien que opina todo lo contrario a lo que se haya podido
exponer. Por mi parte lo tengo claro, me aplico el viejo refrán castellano: “Dos no se pegan si uno no quiere” y,
por mi parte, como no me gusta pegarme, ni discutir –porque no sé, porque no me
enseñaron, porque siempre suelo llevar las de perder, porque me pone tan
nerviosa que acabo por enfermar- es por lo que prefiero dar la razón a mi
oponente, aunque considere que no la tiene, cambio de tema ¡y tan amigos! Así
debería de ser, al menos lo creo a pie juntillas.
Como final (que es redundar sobre
lo expuesto más arriba): ¡dejemos de enfrentarnos! ¡Nadie tiene toda la razón!
¡Hay que dejar de dar mal ejemplo a los niños! ¿Qué estamos haciendo? ¿Es
posible que no seamos conscientes de que, con este modelo de sociedad,
inculcamos a los más pequeños, desde la cuna, desde el mismísimo vientre de sus
madres, toneladas de odio y violencia? Muchos de esos niños fueron, incluso,
concebidos a la fuerza porque a ellas, a sus madres, las reclutaron las
guerrillas para eso, servir de paridoras de nuevos soldados, de autómatas
entrenados para morir y matar; otros niños se destetaron entre bombas y odio;
otros viven –malviven-, entre inmundicias, faltos de todo: comida, escuelas,
ropa, medicamentos, incluso padres… Muchos de ellos trabajan desde su más
tierna infancia o llevan colgado al hombro un fusil más grande y pesado que
ellos mismos, son enviados a matar sin conocer el por qué.
Occidente, el mal llamado mundo
civilizado, debiera ayudar. En lugar de proporcionar armas –cuya venta engrosa
las arcas de los estados o de particulares-, en vez de azuzar estas guerras de
guerrillas –que es una guerra a gran escala enmascarada y que, al final,
acabará por llegar hasta nuestras puertas si no le ponemos freno a tiempo-,
debería proporcionar los medios y enseñar cómo pueden mejorar: los cultivos,
reconstruir las aldeas y ciudades asoladas por las guerras, curar las
enfermedades… ¡Claro que, si se diseña una enfermedad y esta se deja “caer” en,
por ejemplo, el corazón de África y el continente, de este modo, se despuebla
poco a poco, siempre quedará libre para que en él se expandan los halcones que
aguardan para hacerse con una presa tan preciada!
Entre todos tenemos que construir
la Paz. Una Paz duradera. No sirven las palabras, las manifestaciones
multitudinarias que, una vez disueltas, cada cual regresa a su casa y se olvida
de lo sucedido pocos minutos antes, a no ser que seas uno de los afectados por
la masacre y la sinrazón. Ese dolor te acompañará de por vida.
Sí, occidente debe reflexionar. En sus pecados lleva su penitencia. No
podemos, ni debemos presumir frente a los países depauperados de lo “bien” que
vivimos –unos más que otros-, porque más tarde, o más temprano, pagaremos
nuestra osadía.
PAZ para los muertos, para todos
ellos, incluidos los asesinos. Es preciso que nos pongamos en la piel del otro.
¡A saber qué pudo llevarles a tomar ese mal camino! ¿Quizás vieron demasiada
sangre durante su niñez? Quiero pensar que no eran malos porque sí, maldad
pura… Supongo que, en algún momento, pensarían en sus madres, en su familia, en
que quisieron a alguien o eran queridos. ¡No puedo creer, ni quiero, que son
simple y llanamente robots que están instruidos para matar!
Y no gritaré solo “Yo soy Charlie”, no.
También he de gritar: yo soy los
otros muertos que cayeron con frialdad, como el policía del que casi no se
habla, fui “11-S”, “11-M”, “7-J”, Palestina, Pakistán, Siria, Egipto, Congo… Y
los fallecidos por el atentado que el grupo terrorista Boko Haram llevó a cabo
la semana pasada en Nigeria. Atentado en el que fueron masacradas 2.000
personas. Atentado al que prácticamente no se le dio importancia, a pesar de que
utilizaron como detonador de la bomba a una niña de 10 años, tampoco importó el
número de víctimas: no eran conocidas, el mundo occidental no les lloró, los
políticos de los países civilizados no se unieron para ir al frente de una
marcha convocada ad hoc… ¡¡Hipócritas!!
¡Todos los muertos son iguales:
víctimas de la barbarie!
Debemos recordar que NO todos los
musulmanes son fanáticos, ni asesinos, son pacíficos; seres, en muchos casos,
amedrentados por sus propios parientes, es preciso que esa minoría silenciosa
levante su voz, que entre todos, reconvertidos en Gandhis del siglo XXI,
gritemos contra esta barbarie, hombro con hombro, junto a los hermanos
musulmanes.
¡Juntos, sin violencia, con la
fuerza de la palabra, será posible desterrar la violencia!
Juana Castillo Escobar
Domingo, 11-I-2015 – 13,19
p.m.
Jueves, 15-I-2015 – 14,12
p.m.
Lunes, 19-I-2015 – 20,53 p.m.
Viernes, 23-I-2015 – 13,00
p.m.
Nota.- Este artículo, como se puede comprobar, fue escrito en distintas fases. Nació como reacción al atentado que llevaron a cabo en la revista pero, a ese, le siguieron alguno más. Atentados que la prensa obvió... No tengo palabras para calificar "esa desmemoria". Como escribo casi al final : ¡Todos los muertos son iguales: víctimas de la barbarie!
Añado unas imágenes de otras portadas de Charlie Hebdo.
Quizá a ateos y/o agnósticos, no les parezcan mal o supongan ningún problema ni ético ni moral.
A mí me causan vergüenza ajena, además de resultarme soeces y maleducadas.
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