Después de la entrada anterior, en la que comparto algunas fotos del evento, así como la Declaración de los Derechos Humanos al completo, ahora añado el mi aporte literario. Espero sea de vuestro agrado.
Mi trabajo tuvo que inspirarse en el artículo 23 de los Derechos Humanos que dice así:
Artículo 23.
1. Toda persona tiene derecho
al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y
satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por
trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a
la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera
otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la
defensa de sus intereses.
Y mi escrito dice...
SUPÓN QUE ES
CIERTO Y NO SUEÑAS
─ Supón, madre, que es cierto y no sueñas:
acabas tu carrera, para ti, la más hermosa, la más interesante, la más
solicitada y (gracias a ella) con la que conseguirás un buen empleo, bien
remunerado, en el que no importe si eres mujer porque tu sueldo será igual al
de tus compañeros varones…
« Supón que es cierto que ese trabajo
digno te permite vivir sin ahogos, con la certeza y la seguridad de que tendrás
un hogar, una vida sin altibajos, una seguridad que se extienda hasta más allá
del momento mismo en el que ya no te sea posible ir a trabajar.
«Supón que es cierto que tu vida y, hasta
tu muerte, caminarán bajo la bandera de la dignidad…
─ ¡Despierta! ¡Despierta ya! No sueñes. No
supongas. No creas que lo conseguirás. Sobre un papel queda muy hermoso leer:
“Declaración Universal de los Derechos Humanos – Artículo 23: Toda persona
tiene derecho al trabajo… a la libre elección de su trabajo… a un sueldo
equitativo…”. Bla. Bla. Bla. Todo es palabrería. Luego, nada de eso se cumple.
¿Quizá conoces algún caso de los supuestos por ti que exista y sea real?
─ No, no lo conozco, por eso quiero soñar…
Quiero suponer que es cierto lo soñado y que, algún día, en algún lugar, ese
sueño lograré alcanzar. Déjame soñar en voz alta un poco más, te lo ruego,
déjame soñar.
─ Si dejarte yo te dejo. ¿Cómo no te voy a
dejar? Eres mi hija y te quiero mas… por eso, y porque alguien te ha de
espabilar, debo decirte que no siempre se consigue ─bien lo sabes─ lo que nos
atrevemos a soñar; eres mujer como yo y, por desgracia, tu sueldo siempre más
bajo será aunque trabajes más que un hombre, tus méritos no los valorarán por
igual. Deberás esforzarte mucho, mucho más y, si consigues tu sueño, si llegas
a lograrlo, deberás permanecer en una alerta constante porque, a buen seguro,
tratarán de hacerte caer del puesto al que llegues a encumbrarte gracias a tu
tesón y buen hacer. Tenlo por seguro que te harán caer sin miramientos ni…
─ Lo sé, madre, lo sé. Pero, déjame soñar.
Supón que es cierto y logro encontrar ese trabajo con el que dejaré de soñar. Imagina
que los empresarios no busquen solo sus arcas llenar, sino que reparten las
riquezas de las que ellos suelen gozar. Sueña conmigo que no hay malos empleos,
ni trabajo temporal, que las familias son felices porque no existe
inestabilidad… Sé que es una utopía, madre, pero quiero, necesito suponer,
creer que es cierto y no sueño, que esa Declaración de Derechos no es sólo un
artículo impreso en un hermoso documento, sino algo que se puede convertir en
real lo que ahora simplemente es un sueño, un deseo, una búsqueda sin parar.
─ Sí, hija, sí… un sueño muy hermoso pero
─y siempre hay uno─ ¡qué lejos estamos aún de que se convierta en realidad!
¡Demasiados intereses, egoísmos y… una gran falta de bondad e igualdad!
Madrid, 21-XI-2018 – 11,13 a.m.
Re corregido el
jueves 28-XI-2018 – 12,51 p.m.
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