Creación de Adán - Miguel Angel Buonarroti
DISCREPANCIAS ®
Juana Castillo Escobar
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Juana Castillo Escobar
Brotaba pintura de entre sus dedos cuando bajó del andamio. Las voces de Julio II y sus ayudantes llegaban nítidas hasta la bóveda en la que llevaba trabajando dos largos años. El Papa se dirigía, a grandes zancadas, hacia el centro de la capilla.
- Maestro Buonarroti -gritó de forma imperativa-, bajad.
Y Miguel Ángel, lanzando el pincel en el cubo, descendió por enésima vez las escaleras que lo separaban de la sala. Se restregó los dedos y las manos en el delantal para que la pintura no gotease. Con una voz dulce, pero en la que se traslucía la impaciencia, preguntó:
- ¿Qué se le ofrece ahora a vuestra Santidad?
- Esto no avanza. No lleva el ritmo adecuado. Su costo se eleva...
- No es un trabajo fácil, Santidad. Vos mismo lo comprobáis hasta siete veces al día, no descanso ni para comer...
- Quisiera abrir la capilla en Semana Santa para oficiar en ella las ceremonias de la Pascua. Quisiera verla acabada antes de morir...
- Eso no está en mis manos, señor, sino en las de Él -y Miguel Ángel miró hacia el techo de la capilla Sixtina.
Julio II siguió el movimiento de los ojos del pintor. La Creación aumentaba día a día. El Papa, después de mover la cabeza, aplacando el tono de voz, confesó:
- Son hermosos. Demasiado. Esos cuerpos... ¿El pueblo y las generaciones venideras entenderán el mensaje o tan sólo verán la voluptuosidad que se desprende de ellos?
- No soy adivino, Santo Padre. Pero, ¿cómo cubrir a Adán o a Eva? Aún no existía nada, sólo el cuerpo. Belleza en estado puro, Santidad, a imagen de Dios... Eso es lo que vos enseñáis. Lo que enseña la Iglesia. Repito: ¿cómo cubrirlos? En el cielo, que se sepa, no existen rebaños de ovejas a las que poder esquilar, lana que se pueda tejer y preparar con ella telas con las que ocultar su desnudez.
- No, si a mí me parece bien. Vos sabéis, maestro, que soy gran amante de las artes...
- Para las que sí tenéis capital pues vuestra colección privada crece...
- Ese es otro tema.
- En el Belvedere he podido contemplar estatuas antiguas. La de Apolo, la del Laocoonte...
- Busqué la financiación -dijo Julio II en tono evasivo.
- Ya, publicando una indulgencia... A cambio de dinero, el paraíso.
- Bien, Buonarroti, no interrumpiré por más tiempo vuestro trabajo. Procuraré calmar mi impaciencia... La próxima vez espero que seais vos quien venga a visitarme para decirme que el trabajo está listo.
Julio II tomó el pico de su capa, lo envolvió en el antebrazo derecho y abandonó la sala acompañado por sus ayudantes dejando tras de sí un aroma a piel curtida y a incienso. Entretanto el pintor observó la bóveda.
- Aún queda demasiado por hacer -se dijo y subió rápidamente las escaleras. Una vez en lo alto del andamio se miró las manos. La pintura que le brotaba entre los dedos ya estaba seca.
- Maestro Buonarroti -gritó de forma imperativa-, bajad.
Y Miguel Ángel, lanzando el pincel en el cubo, descendió por enésima vez las escaleras que lo separaban de la sala. Se restregó los dedos y las manos en el delantal para que la pintura no gotease. Con una voz dulce, pero en la que se traslucía la impaciencia, preguntó:
- ¿Qué se le ofrece ahora a vuestra Santidad?
- Esto no avanza. No lleva el ritmo adecuado. Su costo se eleva...
- No es un trabajo fácil, Santidad. Vos mismo lo comprobáis hasta siete veces al día, no descanso ni para comer...
- Quisiera abrir la capilla en Semana Santa para oficiar en ella las ceremonias de la Pascua. Quisiera verla acabada antes de morir...
- Eso no está en mis manos, señor, sino en las de Él -y Miguel Ángel miró hacia el techo de la capilla Sixtina.
Julio II siguió el movimiento de los ojos del pintor. La Creación aumentaba día a día. El Papa, después de mover la cabeza, aplacando el tono de voz, confesó:
- Son hermosos. Demasiado. Esos cuerpos... ¿El pueblo y las generaciones venideras entenderán el mensaje o tan sólo verán la voluptuosidad que se desprende de ellos?
- No soy adivino, Santo Padre. Pero, ¿cómo cubrir a Adán o a Eva? Aún no existía nada, sólo el cuerpo. Belleza en estado puro, Santidad, a imagen de Dios... Eso es lo que vos enseñáis. Lo que enseña la Iglesia. Repito: ¿cómo cubrirlos? En el cielo, que se sepa, no existen rebaños de ovejas a las que poder esquilar, lana que se pueda tejer y preparar con ella telas con las que ocultar su desnudez.
- No, si a mí me parece bien. Vos sabéis, maestro, que soy gran amante de las artes...
- Para las que sí tenéis capital pues vuestra colección privada crece...
- Ese es otro tema.
- En el Belvedere he podido contemplar estatuas antiguas. La de Apolo, la del Laocoonte...
- Busqué la financiación -dijo Julio II en tono evasivo.
- Ya, publicando una indulgencia... A cambio de dinero, el paraíso.
- Bien, Buonarroti, no interrumpiré por más tiempo vuestro trabajo. Procuraré calmar mi impaciencia... La próxima vez espero que seais vos quien venga a visitarme para decirme que el trabajo está listo.
Julio II tomó el pico de su capa, lo envolvió en el antebrazo derecho y abandonó la sala acompañado por sus ayudantes dejando tras de sí un aroma a piel curtida y a incienso. Entretanto el pintor observó la bóveda.
- Aún queda demasiado por hacer -se dijo y subió rápidamente las escaleras. Una vez en lo alto del andamio se miró las manos. La pintura que le brotaba entre los dedos ya estaba seca.
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Nota.- Este relato está registrado en la antología que lleva por título: "El giraldillo (Veintiún relatos y un poema)". Núm. Expediente: 12/RTPI-004170/2006 - Núm. Solicitud: M-004098/2006 - Ref. documento: 12/029101.3/06 - Fecha: 24 de Mayo de 2006 - Hora: 12,22.
Estuvo publicado en My Space desde el 5 de febrero de 2006 hasta el 2008 en el que lo borré. Conservo los comentarios que añadiré, no deseo perderlos.
3 comentarios:
Querida Juana:
Tu relato, micro en extensión, es enorme por la reflexión en torno a la creación de la Creación.
Me dio mucho gusto encontrarte en la Aldea de las Letras. Yo ya he pasado por aquí, una vez dejé un breve comentario. Aprovecho éste para felicitarte por el reconocimiento obtenido como poeta virtual, qué bueno que publicaste la entrada pues es un premio a tu trabajo.
Te mando un cariñoso abrazo desde la Ciudad de México en donde, como en cualquier otra ciudad, se tejen historias en donde la ironía está presente.
Es un buen relato histórico, Juana, los personajes están bien trazados y la reflexión que contiene es honda y les otorga una firme cohexión interna. Que este año esté pleno de logros, humanos y personales, para ti. Un abrazo.
Este micro relato, de micro, tiene poco, hay que ver todo lo que nos cuenta. Está genial, para mi es la primera vez que lo leo y desde luego no será la última. Te dejo mi deseo de que este año sea para ti inmejorable. Besitos.
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