Inquieta, La luna se ocultó
Tras celajes de color violeta.
Y el cielo, púrpura, se cerró
Tras el último rayo de sol
Convirtiéndose, de repente,
En negra noche.
Y la mujer, indefensa, gritó
Como otras muchas noches.
Socorro y ayuda pidió
Pero nadie quiso oír sus voces.
Inquieta, La luna se ocultó
Tras celajes de color violeta.
Y la mujer, indefensa,
Gritó y gritó,
Pero nadie parecía escuchar su queja.
Y la luna, tras nubarrones violeta,
Lloró y lloró
Por la mujer violentada y muerta
A manos de su mal llamado amor.
Indefensa, la mujer,
Yacía ya sin color,
Sobre el suelo púrpura
De la fría y oscura habitación.
La mujer estaba
Indefensa, callada, quieta,
Tenía apagado el corazón.
Y la luna, avergonzada, inquieta,
Permaneció oculta, llorosa,
Tras celajes de color violeta.
Se escondía de la noche tenebrosa
Que tanto miedo le daba
Pues entre sus brumas
Un asesino, impunemente, caminaba
Satisfecho con su hazaña:
La mujer había sido acallada.
TENGO MIEDO
A Luis, siempre
Tengo miedo a la muerte,
A que, desprevenido, me arranque la vida.
Tengo miedo a la vida
Que, en fiero torbellino, me arrastra
Hasta un lugar incierto.
Tengo miedo a la soledad:
A no verte de nuevo,
A no escuchar tu risa, ni tu voz,
A no tener de tus palabras el consuelo,
A no sentir tus manos sobre mí
Ni su cálido tacto recorriendo mi cara, o mi pelo.
Si no te viera, tengo miedo,
Pues sería como estar muerto,
Si no te oyera,
Sería como estar muerto.
Tengo miedo a la muerte
No porque, desprevenido, me arranque la vida,
Sino porque de golpe me arrancaría de ti.
Tengo miedo a la vida
No porque, en su torbellino,
Me arrastre a un lugar incierto,
Sino porque me lleve a alejarme de ti.
Porque, tú, eres mi vida.
También eres mi muerte
En el momento en el que, ausente,
No te tengo junto a mí.
Tengo miedo a la muerte
Que es el no tenerte.
Tengo miedo a la vida
Que es el no vivirla compartida.
Tengo miedo a la soledad,
A que te vayas y no regreses jamás.
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Esta antología fue presentada en Madrid el miércoles 31 de enero de 2007 en la Librería-Bar "El bandido doblemente armado", propiedad de la escritora Soledad Puértolas.
Leímos nuestros poemas una decena de poetas después de ser presentados por el anfitrión y compilador, el poeta peruano Leo Zelada.
A pesar de ser una noche fría, el calor de los versos, el colorido diferente de cada una de las voces y de los estilos, caldeó el ambiente y lo llenó de palabras, de fraternidad, de amor. Sonamos en: argentino, canario, madrileño, valenciano, malagueño, catalán, peruano... ¡Tan diferentes pero tan iguales!
Yo, después de leer mis dos poemas, al regresar a mi puesto. (Esta foto debería de estar en último lugar, pero aún no me manejo bien con el blog).
Leo Zelada, leyendo mi biobibliografía.
Yo, escuchándole atentamente.
De este día hay muchas imágenes guardadas en mi retina, muchas palabras, apretones de manos, besos, conocer a otros poetas... De todo ello, lo que me llegó al alma, fue el abrazo espontáneo de una señora mayor y sus palabras: "¡Qué maravilla de poemas, qué bien los he entendido!" No es que me eche flores, es que sucedió tal cual y eso gusta. Al menos, una de las personas allí reunidas, disfrutó con mi trabajo al que no suelo darle demasiada importancia.