El pasado 16 de Junio, en la sala "Aires" de Córdoba, tuvo lugar la presentación de este libro: "CREADORES III/CRIADORES III".
Entre más de un centenar de artistas de España, Alemania, Portugal, Brasil, Méjico, Cuba, Argentina, Francia, Mozambique, Isarael, Angola,
Rusia, tengo el honor de encontrarme. Participo en este volumen como: Pintora, poetisa y cuentista.
Es mi deseo compartir con todos vosotros, amigos que me visitáis la alegría de este nacimiento que, aunque se trata de un "nacimiento por encargo", léase, previo pago de su importe, no por ello me resulta menos querido.
Espero que disfrutéis con la lectura del relato y del poema y que, mis balbuceos como pintora autodidacta, os resulten agradables a la vista.
Espero que disfrutéis con la lectura del relato y del poema y que, mis balbuceos como pintora autodidacta, os resulten agradables a la vista.
Juana Castillo Escobar
Todas las mujeres de la comarca, las pupilas entenebrecidas, aguardan nerviosas, en silencio. Una de ellas mira ausente, el cabello encanecido por las pavesas que vuelan y nublan el cielo del valle, más sombrío de lo habitual. La bocamina exhala grises volutas. Desde su veta reventada aún llegan los estertores de la explosión. Al cabo, empieza el movimiento: las cestas suben ahítas de espectros envueltos en mugre, sangre, sudor y muerte.
Ella busca con ansia a su recién estrenado marido. La pena le rasga las entrañas, que ya no están vacías. Él no aparece. Alucinados, los trabajadores que pueden hacerlo por sí mismos huyen del pozo. Otros, salen sobre las espaldas de sus compañeros. Y, otros, son transportados en pedazos dentro de las carretillas.
El llanto, el clamor de las mujeres ante la masacre, crece y se difunde a través del bosque renegrido y solitario. Ella, enloquecida, cree oír fragmentos de diálogos, conversaciones grabadas en su mente que le hacen llorar de rabia, dolor, desesperanza e impotencia. Dejemos el valle -le pidió no hace mucho-. La mina cerrará. Moriremos con ella. Mujer, hablas de lo que no entiendes. Yo soy feliz aquí. La mina está a pleno rendimiento. En sus entrañas hay… ¿Por qué no le respondió a tiempo? ¿Por qué dejar las cosas para una mejor ocasión? Ahora es tarde para decirle: En mis entrañas crece tu semilla, pero no conoces ni conocerás su existencia. Das por hecho que no entiendo nada de nada porque soy mujer. Pero supe desde siempre, desde la noche negra de los tiempos, que la mina en todo momento cobra su tributo, no mira a quién le pasa la factura ni la cantidad de sangre que recolecta. ¡La odio! Es cierto que la mina lo da todo, pero también lo absorbe todo. ¡Ogro que se alimenta de carne humana! ¡Siempre fue mi rival! ¡No ha parado hasta hacerte suyo pero, mi hijo, no lo será jamás! La mujer, con el cabello cubierto de pavesas, abre sus ojos del color del plomo derretido. Con ellos encharcados mira a su alrededor: el espectáculo es dantesco ante él decide emprender su camino a la ventura y la libertad. Irá lo más lejos posible de la mina, en busca de un cielo luminoso bajo el cual criar a su retoño.
Son los ojos
Todas las mujeres de la comarca, las pupilas entenebrecidas, aguardan nerviosas, en silencio. Una de ellas mira ausente, el cabello encanecido por las pavesas que vuelan y nublan el cielo del valle, más sombrío de lo habitual. La bocamina exhala grises volutas. Desde su veta reventada aún llegan los estertores de la explosión. Al cabo, empieza el movimiento: las cestas suben ahítas de espectros envueltos en mugre, sangre, sudor y muerte.
Ella busca con ansia a su recién estrenado marido. La pena le rasga las entrañas, que ya no están vacías. Él no aparece. Alucinados, los trabajadores que pueden hacerlo por sí mismos huyen del pozo. Otros, salen sobre las espaldas de sus compañeros. Y, otros, son transportados en pedazos dentro de las carretillas.
El llanto, el clamor de las mujeres ante la masacre, crece y se difunde a través del bosque renegrido y solitario. Ella, enloquecida, cree oír fragmentos de diálogos, conversaciones grabadas en su mente que le hacen llorar de rabia, dolor, desesperanza e impotencia. Dejemos el valle -le pidió no hace mucho-. La mina cerrará. Moriremos con ella. Mujer, hablas de lo que no entiendes. Yo soy feliz aquí. La mina está a pleno rendimiento. En sus entrañas hay… ¿Por qué no le respondió a tiempo? ¿Por qué dejar las cosas para una mejor ocasión? Ahora es tarde para decirle: En mis entrañas crece tu semilla, pero no conoces ni conocerás su existencia. Das por hecho que no entiendo nada de nada porque soy mujer. Pero supe desde siempre, desde la noche negra de los tiempos, que la mina en todo momento cobra su tributo, no mira a quién le pasa la factura ni la cantidad de sangre que recolecta. ¡La odio! Es cierto que la mina lo da todo, pero también lo absorbe todo. ¡Ogro que se alimenta de carne humana! ¡Siempre fue mi rival! ¡No ha parado hasta hacerte suyo pero, mi hijo, no lo será jamás! La mujer, con el cabello cubierto de pavesas, abre sus ojos del color del plomo derretido. Con ellos encharcados mira a su alrededor: el espectáculo es dantesco ante él decide emprender su camino a la ventura y la libertad. Irá lo más lejos posible de la mina, en busca de un cielo luminoso bajo el cual criar a su retoño.
Son los ojos
Juana Castillo Escobar
Son los ojos dos espejos
Por donde se nos escapa el alma.
Son los ojos dos cerezos
En los que nuestra fruta está colgada.
Son tus ojos y los míos
Dos lagunas en calma.
Son tus ojos, cielo mío,
El lugar en el que reposa mi alma.
Dos espejos son tus ojos
En los que me veo reflejado.
Son tus ojos los cerrojos
Con los que me tienes encerrado.
Son tus ojos y los míos
Dos sabios que charlan.
Son tus ojos y los míos
Dos palomas que se abrazan.
Dos luceros son tus ojos
Que alumbran en tu cara.
Son tus ojos dos luceros
Que al brillar dan esperanza.
Son tus ojos y los míos
Dos amantes que se aman.
Son tus ojos y los míos
El huracán y la calma.
Son tus ojos y los míos
Dos espejos que se encaran.
Son tus ojos, cielo mío,
Donde se te refleja el alma.
Son los ojos dos espejos
Por donde se nos escapa el alma.
Son los ojos dos cerezos
En los que nuestra fruta está colgada.
Son tus ojos y los míos
Dos lagunas en calma.
Son tus ojos, cielo mío,
El lugar en el que reposa mi alma.
Dos espejos son tus ojos
En los que me veo reflejado.
Son tus ojos los cerrojos
Con los que me tienes encerrado.
Son tus ojos y los míos
Dos sabios que charlan.
Son tus ojos y los míos
Dos palomas que se abrazan.
Dos luceros son tus ojos
Que alumbran en tu cara.
Son tus ojos dos luceros
Que al brillar dan esperanza.
Son tus ojos y los míos
Dos amantes que se aman.
Son tus ojos y los míos
El huracán y la calma.
Son tus ojos y los míos
Dos espejos que se encaran.
Son tus ojos, cielo mío,
Donde se te refleja el alma.
Nota.- Si estáis interesados en ver el vídeo de la presentación id a: http://www.youtube.com/watch?v=s3JR4OrKmUA