martes, 30 de junio de 2009

Un poema a un día de "San Juan" tardío

Foto de Internet
Noche de San Juan
Juana Castillo Escobar ®


Caminamos por la playa
de la mano,
bajo la luna.
Sorteamos de San Juan
las hogueras
y nos perdimos entre la bruma.
Al santo y a las meigas les pedimos
con entusiasmo
que se realizaran nuestros sueños de amor,
los más humanos.
Y el mar se quedó en calma
y la luna agazapada
y apagadas las hogueras
y la bruma disipada
y nosotros nos amamos
hasta que nos inundó la madrugada.
Miércoles, 24-VI-09 -12,30 p.m.
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Nota.- Poema registrado en el Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid. Pertenece al cuaderno "Poemas en Madrid, 2009".

martes, 16 de junio de 2009

Una historia..., entre rejas.

Imagen obtenida en Internet
La historia de la flaca
Juana Castillo Escobar ®


-También yo recibí una carta -dijo la flaca con la colilla casi apagada entre sus labios finos y resecos-. A mí sí me llegó. No tuve la suerte de que se quedara olvidada dentro del talego, ni perdida en los laberintos de las oficinas del Correo.
Las reclusas la escuchaban con la adoración que produce el miedo. A la flaca había que temerla. Su historial y sus arranques de ira la convirtieron en la líder indiscutible del corredor.
-Sí, también yo recibí una carta -prosiguió la flaca-. Lo peor del caso es que la leí...
-Pero, ¿no dices que no sabes leer? -gritó desde un lateral del patio otra presa, con insolencia. Con la insolencia de una juventud pujante encerrada entre rejas que busca convertirse en la nueva líder-. Tú misma me lo confesaste no hace mucho: "Léeme esta nota -dijiste-, no la entiendo".
-Tú, guarra, cierra el pico. Esto no va contigo -bramó la flaca.
Su grito hizo temblar a Martha, la recién llegada, que pensó: "¿Por qué habré abierto la boca? En este infierno es preferible el silencio y la soledad a buscar un apoyo entre..." Sus lucubraciones quedaron cortadas por la voz aguardentosa de la flaca que prosiguió:
-Recibí una carta, sí. La leyó una de las niñas de mi vecina, una de las que iba a la escuela... De todas formas, por muy torpe que sea yo, si te llega un pedazo de papel con frases recortadas de un periódico es que la noticia que te dan no es buena.
-¿Qué decía la nota? -preguntó Martha con prevención en la voz.
Nada más formular la pregunta se arrepintió de ello. "Si lo mejor es estar callada -se dijo-. En este lugar es mejor que me calle. La curiosidad atrapó al ratón en el cebo. ¿Todavía no he aprendido que por eso me encuentro aquí?"
La flaca tiró la colilla al suelo del patio. Se levantó del poyo en el que estaba sentada junto con las otras reclusas y pisó con saña la colilla. Luego, en pie, balanceándose rítmicamente continuó su historia:
-Ponía: "Tu hombre está con otra. Un amigo". En aquel momento se me cruzaron los cables. No es porque él fuera un tío excepcional, sino porque era mío... Troté hasta la casa y, a pesar de estar rabiosa como una perra en celo, me calmé a medida que subía las escaleras. Los quince escalones que me separaban de la casa se me hicieron eternos, pero los subí despacio, procurando no hacer ruido. Abrí la puerta con cuidado. Me asomé al dormitorio. Allí estaba él, desnudo, follando como una mala bestia. Nunca me creyó cuando, en nuestras noches de placer, le confesaba entre orgasmo y orgasmo que hubo otros antes que él. "¿Tú, flacucha -me decía-, has conocido a más de una docena de tíos? Vamos, no me hagas reír con tus patrañas..." Y se reía a carcajadas. Aún las oigo. Pero no se rió cuando escuchó el ruido del seguro de la pistola a su espalda. Al contrario, su cara porcina, aún sudorosa por los esfuerzos, era el reflejo de la estupidez. Los ojos se le desorbitaron y salió de la mujer que tenía aún debajo totalmente irreconocible, empequeñecido. Recuerdo que balbuceó: "¿Era cierto?" Sí, mi viejo, totalmente. Entonces descargué mi rabia sobre ellos: quince balas. En esta ocasión tuve la mala suerte de que en el mismo pasillo, dos puertas más allá del apartamento, vivía, sin yo saberlo, un comisario de la secreta. Me trincó con las manos en la masa. Por eso estoy aquí.
La flaca encendió otro cigarrillo al que dio una larguísima calada. Después de echar el humo, con el que jugueteó formando aros, añadió:
-Por eso estoy aquí y por los catorce anteriores. Me pusieron los cuernos y tampoco creyeron mi historia. La historia de la flaca y sus quince amantes...

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Nota.- Este relato está publicado en la página web de la revista
http://www.margencero.com/ en el espacio "Personajes Secundarios, primera entrega", desde el 13 de Mayo de 2005.
Pertenece a la antología titulada: "Veintidós historias de mujer y un retrato". Está Registrado en el Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.- Núm. Expediente: 12/RTPI-006595/2005-12-07.- Ref. Documento: 12/040455-2/05.- Núm. Solicitud: M-006285/2005-12-07.- Fecha: 16 de Agosto de 2005 - Hora: 12,36

viernes, 5 de junio de 2009

Un poema para pensar

Imagen obtenida en Internet
DE PIEL OSCURA
Juana Castillo Escobar ®


A los millares de inmigrantes que cruzan el Estrecho en pateras, a los que navegan
sin rumbo en barcos fantasma, a los cientos que aguardan, exhaustos,
a las puertas de Ceuta y Melilla

Tu piel es oscura
como el chocolate.
Tu mirada busca
la forma de embarcarte
hacia un mundo que crees
que podrá ayudarte.
Vienes a este primer mundo
esperanzado, exhausto, endeudado,
pero feliz, pues te late
que en él encontrarás
la forma de huir del hambre,
de la miseria, de las plagas,
de la cárcel, de la guerra…
Y, cuando llegas,
a las idealizadas fronteras
te topas con ellas:
con muros, con espinos, alambradas,
con los afilados caninos
de gentes armadas
que te impiden el paso
que, en ocasiones,
tu vida se llevan a dentelladas.
Pierdes la vida
sin haber probado las mieles
que soñaste hallar tras la frontera.
En tu piel oscura,
de chocolate,
he visto las marcas
de los espinos,
de los azotes, de las balas,
del aciago destino
que te hizo nacer
en un lugar y unas circunstancias
que no te dejan crecer:
ni como niño, muchacho,
adulto: hombre o mujer,
ni tan siquiera puedes llegar a ser
un anciano vetusto.
Lloro con vuestro dolor.
me aflijo con vuestra aflicción.
Siento en mi piel
el rechazo que produce
el color de vuestra piel
en mis hermanos tan blancos
que temen se puedan volver
negros como la pez
si de vosotros se apiadan,
si os echan una mano,
o si os dan paso a nuestro mundo dorado.
Blancos de piel:
negros de alma.
De corazón tenebroso
que no late si no es
a la vista del brillante y dorado oro.
Blancos intolerantes
que temen perder, o compartir, sus tesoros.

Juana Castillo Escobar
Martes, 11 de Octubre de 2005


Presentación virtual de mi último libro: "Palabras de tinta y Alma"